Memoria Selectiva

No quiero más sorpresas. Si son todas las sorpresas así. Ya no quiero sorprenderme más, no me estás cuidando (creí que podías). No te estoy exagerando, o quizás es una etapa de pura exageración y ya no puedo diferenciar, pero me hace mal. Es una de esas cosas que de un momento al otro son capaces de cambiar mi humor como si nada.
Por favor te pido que dejes a un lado tu terquedad cuando yo te diga cosas como estas. ¿Me estás escuchando? Ves, me frustras. No te das cuenta, es lo mismo que hablar con un búho. Pones tus ojos grandes mirandome sin escuchar una sóla palabra de lo que te estoy diciendo, para después arrevatarlo con una frase vacía a destiempo o fuera de cuadro, digamos totalmente sin sentido. Y eso alguna vez me atrajo de vos, me parecia exitante pero ahora me molesta de sobremanera. Sé como sigue la escena (nos ha pasado). Yo me enojo, vos seguís en la tuya sin intenter siquiera entender. No te preocupa, sólo quieres que me relaje. Superficialmente obvio, no se te caracteriza por arreglar las cosas de raíz. Acepto que yo tampoco, sino esto ya se hubiera acabo, lo sabes. Aprovechemoslo. Me acaricias el pelo y yo ya me olvidé.
Si, tengo esa capacidad. Para suerte (o no) de olvidar las cosas malas. De poder contar todo lo que me molesta de vos, de odiarte, insultarte pero basta con que me hables (o un mensaje de texto) para que enseguida se esfume todo y me ponga la careta que tiene la mejor sonrisa para vos. Lo peor del caso que no es de hipócrita. No, no. Es.. no sé bien porque es, pero me OLVIDO, lo juro. Me haces olvidar. La paso bien un rato y después vuelvo. Como una fiel adicta. Lo necesito. Necesitas de eso también.

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